“Quantus tremor est futurus
Quando judex est venturas
Cuancta estricte discussurus”(1)
-Dies Irae-
Esta voz narradora que se desplaza a lo largo de “El
infierno tan temido”, pareciera tener una característica casi timorata, casi
judicial, casi sentenciosa, que le otorgan, por momentos, tintes humanos; por
momentos, divinos.
¿Cómo poder comprender a este narrador que nos hace
creer en su omnicencia
sobre Risso y que luego delega su responsabilidad a los compañeros de éste, y
cuentan de él intimidades que no podría sino contar algún testigo invisible? Esta voz
penal que juega hurgando en el tiempo de la historia como un juez con los
antecedentes de un detenido, culpable o no. Una voz de tintes humanos, al
compartir, junto con ese juez, ese discurso que pareciera que reporta o relata
una carrera, en donde lo que pauta la pugna entre fuerzas son los saltos de
punto de vista de Risso a los compañeros de la redacción, de los de la redacción
a Gracia, y empieza la competencia.
El día de la ira’, como el Juicio Final, “marca él
acto final de la turbulenta y extensa historia de la humanidad”(2), en donde
sólo los agradecidos ascenderán beatificados al reino de los cielos, a la paz
eterna. La iglesia medieval se encargaba, por lo tanto, de preparar a sus
creyetes para la llegada de ese día. Entre sus sermones, se confirió que el más
atroz de los sufrimientos para los infieles y los condenados “era el
conocimiento de que iban a estar privados por siempre de la visión de Dios”(3),
ergo de su reino, ergo de su paz.
Por eso, entiéndase esa particularidad divina del
narrador como un Caronte o un San Pedro ante los umbrales del letargo y el
eterno descanso, sosteniendo en sus manos un folio, cumpliendo la regia tarea
de determinar, según nuestro registro, nuestro destino espiritual. Y, he aquí
lo imprescindible: nuestra angustiada y parda figura al pie del juez, esperando
el veredicto. La angustiada y parda figura de Risso esperando el día del juicio,
mientras murmura tácito “grito,
como un preso; la culpa enrojece mi rostro. Perdona, señor, a este
suplicante.”(4) He ahí el infierno tan temido.
Buenos aires, 20 de junio del 2007
Bibliografía.-
(1)Del Dies Irae, stfa. I,
“Cuánto terror habrá, cuando el juez haya de venir, a juzgar todo estrictamente”
(2)Bolsing, Walter; Entre el cielo y el infierno;
Colonia, Taschen; 1994
(3)idem
(4) Del Dies Irae, stfa. XII, “Ingemisco, tamquam
reus, culpa rubet vultus meus, supplicanti parce Deus.”
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