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¿QUÉ LE FALTA AL CINE ECUATORIANO? - Por Anderson Boscán Pico-


Anderson Boscán Pico
boscana@granasa.com.ec

De producir una película cada cinco años, Ecuador ha logrado estrenar cinco largometrajes en un año. Podríamos sentarnos a aplaudir el avance, pero para eso ya hay muchos otros. Basados en el adagio chino: ‘la mejor crítica, es la que llega a tiempo’, EXPRESIONES conversa con cuatro especialistas sobre las falencias del cine nacional. Y, quién diría, hay cierta homogeneidad en sus comentarios.
Repasemos un poco la historia. La primera película rodada en el país fue El tesoro de Atahualpa (1924). Desde entonces tuvieron que pasar más de siete décadas para que un filme nacional volviera a robarse los aplausos de la audiencia, la crítica y el medio. Hablamos, claro está, de Ratas, ratones y rateros (1999), dirigida por Sebastián Cordero. Y desde allí todos, en mayor o menor medida, conocemos la historia que sigue.
La pregunta que titula este texto surgió en el espacio ¿Qué hay en el cine?, que maneja el escritor, Eduardo Varas, en el medio digital La República.
¿Qué tan crítico se debe ser con la industria naciente?
Pedirle a un niño de cinco años que realice una tarea al mismo nivel de lo que haría un hombre de cuarenta y cinco. Así puede ser la diferencia entre criticar el cine nacional y el extranjero. Varas considera que hay que buscar un punto medio. Es consciente de que solo con la crítica se logra un producto de calidad que hará resaltar la producción en el exterior, pero también cree que es necesario darle espacio para crecer a la joven industria.
¿Quién está preparado para ser crítico?
El catedrático y especialista Federico Koelle, es claro sobre el tema. Los medios cargan sobre sus espaldas una responsabilidad única en este sentido. “Le dan espacio a gente que solo plantea una posición, una opinión. Y avalan el comentario con una ficha que dice crítica de cine”. Es decir, el tener pseudoespecialistas que prefieren repasar sus perspectivas poco argumentadas ha generado un grave efecto en los consumidores de cine nacional. Hace meses, por ejemplo, conocí un grupo de personas que aseguraron que no ven cine ecuatoriano porque es malo. Es una clara muestra de cómo se ha banalizado la interpretación sobre una película. Varas resalta la influencia de las redes sociales para fortalecer esta manera de interpretar el arte. “No estoy en contra de las redes (sociales), pero allí los comentarios se limitan a lo bueno y malo, lo que me gustó y lo que no”.
¿Qué hay de las historias?
A criterio de Moisés Logan, actor de TV y gestor del blog Mucho más que cine, los ecuatorianos empezaron a narrar historias cercanas a la realidad del país y eso, remarca, es un punto a favor. Sin embargo, hay que ser conscientes de la repetición de argumentos y tramas y conflictos. Koelle difiere mucho de este punto de vista: “Lo que hemos visto es un cine vacío, hueco y sin contenido... Las historias que nos narran no tienen profundidad... En Mejor no hablar de ciertas cosas o Sin otoño sin primavera solo hay una historia, y punto”. De lo que se trata el cine, o debería, es la narración de un hecho. Y en este punto los experimentos siguen fallando.
¿Quién tiene la culpa?
El peso del aplauso y el abucheo recaerá siempre en la figura del director. Y sobre este cargo hay diversas visiones. Varas sostiene que los directores aún quieren abarcarlo todo. “Quieren dirigir sus propios guiones, y creo que está bien, pero no se puede ser bueno en todo. Tal vez tienen una gran idea, pero deben buscar alguien que los ayude a contarla”. Logan no tiene reparo en decir que el problema está en la falta de riesgos: “Deben buscar formas más atrevidas de recrear una escena, siguen siendo muy elementales”. Más agresivo resulta el comentario de Koelle cuando afirma que al país le hacen falta directores que tengan criterio conceptual y estético pero, sobre todo, que sepan trabajar con sus colaboradores y orientarlos como “lo hizo Cordero en el 99... Hubo un trabajo de mesa que destacó a sus personajes... Algo que no se volvió a ver en sus trabajos”.
¿Y los actores?
Los encargados de interpretar la historia, transmitir emociones, emitir los diálogos. ¿Qué hay de ellos? El experimento de optar por actores no profesionales, sino por artistas que se acercan al personaje parece funcionar. Varas afirma haber disfrutado Sin otoño... caracterizado por un elenco improvisado, pero es indudable que Alejandro Fajardo (actor de trayectoria y personaje de cine del año, según este medio) resaltó de los demás. “Creo que deberían darle más papeles a Fajardo y a Víctor Aráuz, por ejemplo”. Y aunque Logan considere que no existe un verdadero conflicto con los actores, sino con los guiones que no ofrecen oportunidad de crear personajes valiosos, Koelle apunta que “somos tan vagos como directores que les damos un papel a los actores y les decimos trabájalo y elabóralo... No hay trabajo... Los actores buenos están ahí, pero preferimos darle el papel a un amigo o a alguien que nos ayuda. No entendemos que es una profesión, si no sirves, te vas. No veo la hora en que le den un protagónico a Luciana Grassi, una actriz con formación y pensamiento”.
No demos más vueltas. ¿Qué falta?
Varas cierra su análisis con dos acotaciones. Hay que dejar a un lado la falsa grandiosidad, aquello que él entiende como la magnificación de una obra más allá de sus reales dimensiones. Y, por otro lado, Ecuador tiene un retraso de más de 100 años si hablamos de cine, no hay tiempo que perder. “Hay que empezar a producir, hacer que los directores se acerquen al trabajo actoral, empezar con el cine de género... No sé por qué demoramos tanto”. Logan se empecina en recomendar a los realizadores “dejar a un lado las historias gastadas y trabajar, con mayor detalle, cada segundo del rodaje”. Koelle fija un único camino: producción incansable. “Argentina produce 90 películas por año, nosotros cinco... Hay que mejorar los mecanismos de distribución. No puede ser que hoy, cuando puedo ver Walking Death en mi celular, sigamos pensando que las salas de cine son el único espacio”.
Al debate se une uno de los pocos periodistas especializados en cultura del país, Fabián Darío Mosquera. Su visión aterriza en el plano lógico. “Se deben buscar los mecanismos para fortalecer la producción, en sentido amplio: fortalecer los gremios técnicos, la formación sostenida de actores, la escritura, las posibilidades de agenciarse financiamiento, la distribución... Es importante, también, que la audiencia se haya acostumbrado a contar con cintas nacionales en cartelera de manera frecuente. Me parece, además, que el cine ecuatoriano va encaminado a dar cuenta de una serie más variada de registros, de discursos, de intereses expresivos... Pero el camino es largo”.
Conclusión
Nadie tiene la respuesta en su pluma o su boca. Ya que el cine inició como una ciencia, donde una cámara logró capturar y proyectar imágenes, las respuestas a sus fallas solo podrán llegar como llegan en todas las ciencias: la prueba y el error.
Algunos largometrajes locales
moda. Retazos de vida fue un rodaje caracterizado por sus escenas y personajes guayaquileños.
El Duelo. Historias de duelo estrenó a Álex Schlenker como director de cine. Una historia basada en el deporte de la esgrima.
muerte. Cuando me toque a mí es un largometraje del cineasta guarandeño Víctor Arregui que se rodó en Quito.
política. En el nombre de la hija, un largometraje dirigido por Tania Hermida. Un discurso político incluido.
delincuencia. La ópera prima de Sebastián Cordero es considerada un antes y un después del cine nacional.
experimental. Black Mama es una cinta surrealista que mezcla el cine, la pintura y la danza. Está inspirada en el personaje de la Mama Negra.
‘road movie’. Qué tan lejos muestra postales de la serranía y Costa ecuatoriana. Es la película con mayor recaudación del país.
juventud. La primera obra de ficción de Iván Mora, Sin otoño sin primavera, tuvo como protagonistas actores no profesionales.

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