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El documental y el biocentrismo, ¿necesidad de nuevos acercamientos?


Miradas comunes


En las notas de Gomez Ortega, citado por Mauricio Nieto en su artículo ‘Historia Natural y política: conocimientos y representaciones de la naturaleza americana’, se pueden leer ciertas instrucciones dadas a los ilustradores que participaron de la Real Expedición Botánica: “En sus trabajos deben limitarse a copiar la naturaleza con exactitud especialmente las plantas sin procurar adornar o aumentar algo con su imaginación”.


Sin embargo, los diarios de Mutis retratan otra realidad. Nieto resume, “los dibujos nunca fueron realizados en el campo y generalmente fueron hechos teniendo como modelo ejemplares recolectados y separados de su hábitat natural. Esto quiere decir que el ilustrador botánico no tenía que ver la planta en su medio natural ni tampoco la planta completa. Un fragmento bien elegido era suficiente.” Una práctica fragmentaria con la que se seleccionaron, clasificaron y documentaron más de 2000 especies de plantas, paisajes y animales. Lástima que no todas esas clasificaciones fueron correctas, como sucedió con el árbol de la quina.


Lo particular de la Constitución ecuatoriana del 2008, es la incorporación de una mirada distinta sobre la participación de la Naturaleza en todos los aspectos sociales, económicos, culturales de la nación, a la que hay que asumir como un “sujeto propio con derechos legales y con legitimidad procesal” (1), de quien hay que valorar los procesos que suceden en y desde ella.

La Constitución sostiene que para interpretar los derechos de Naturaleza, hay que revisar los principios establecidos en el mismo, en donde no se deja libre la posibilidad de dar la posibilidad al estado de valorar, o evaluar, estos principios de ser necesario.

Para el realizador audiovisual, esta otra postura podría despertar hasta preguntas “tontas”. ¿Cómo haría la Naturaleza para hacer un documental sobre ella? ¿Qué perfil se construiría de ella misma? ¿Qué aspecto se daría ella más importancia? ¿Qué voz narrativa emplearía? Pero estas tonterías podrían tornarse sensatas si se recuerda del uso de ciertas herramientas narrativas necesarias para contar hechos, historia, algo. Y es que no importa si se trata de documentales sociológicos, docu-ficción, mockumentary, narci-cinema, o alguno de los subgéneros con los que se puede ya clasificar la modalidad de un documental, hay para todos un lenguaje cinematográfico que, según su manejo, significará un discurso u otro de las intenciones originales del realizador.

Los documentalistas de denuncia, ¿están preparados para esta nueva forma de ver a Naturaleza? ¿Serán capaces de reconocer y aplicar adecuadamente las herramientas narrativas que rescaten la mirada de Pacha Mama? ¿Están preparados para asumir la postura biocentrista que ésta reclama para ver?


La fragilidad en el tratamiento

El biocentrismo demanda de nosotros una revisión de la clásica concepción utilitarista del antropocentrismo que reconoce de la comunidad biótica su valor en tanto satisfaga los intereses sociales, económicos, políticos, y reemplazarla por una que reconozca su valor intrínseco ligada a una igualdad biocéntrica donde “todas las especies tienen la misma importancia” (2).

El reportaje de Agustín Cuesta sobre “El primer barril de petróleo”, donde se muestra la compleja y ardua lucha que tomó haber instalado el primer oleoducto, es un claro ejemplo de estos fines utilitaristas, haciendo del cine, a su vez, una herramienta política que celebra el viejo discurso hegemónico sobre las bondades tras la explotación de recursos como un camino beldado que traería progreso a la nación. Una visión parcial de los hechos, ayudada por un montaje que expone las imágenes heroicas y plenas de aprobación de la pomposería gubernamental y el ‘novelerismo’ ciudadano.

Sería necio detenerse en explicar conceptos como ‘la realidad’ o ‘lo real’, y peor sería hacerlo sobre las varias discusiones que han girado en torno a los grados de realidad en los trabajos documentales y a las aplicaciones correctas para lograrla. Pero si en algo Grierson, Epstein, Vertov, Godard, Pasolini, Egoyan están de acuerdo, es sobre el valor significante que puede llegar a tener un plano en su unidad o en su conjunto con otro planos, atribuyendo al montaje un lugar importante en la construcción de sentido, sea para respetar el valor intrínseco del plano o para generar ese valor. Un montaje que nace desde la mirada del cineasta y que se alimenta del criterio tenido para con el elemento a registrar.

Bajo esta responsabilidad sí cabe en el documentalista cuestionarse acercarse de su papel al afrontar esta nueva mirada que solicita, para interpretar a Naturaleza y reconocer qué es lo mejor para ella, socavarla hasta rescatar los valores intrínsecos de la misma. ¿Qué es lo que vale para ella? Pero más importante, ¿qué postura habría que tomar frente a su carácter igualitario?

¿Con qué mirada habría que seguir viendo “A cielo abierto, derechos minados” después del primer minuto en el que gobierna un estado de desorientación con estos planos que además de agitados están sobrexpuestos hasta la ininteligibilidad, con este montaje de planos anacrónicos, con este cierre de un hombre con la cabeza partida y en primer campo un pañuelo ensangrentado? Antes que todo eso, una sobreimpresión: “Una antigua lucha se prendió para evitar…”.

Se reconocen las valiosas intenciones de Pocho al querer contarnos sobre las luchas que han vivido comunidades como Junín por defender los derechos de la naturaleza, en contra las mineras y las indiferencias del gobierno, pero, ¿qué impresión y qué valores quedará en el espectador después de ver estos planos que, acompañados de una truculenta música de fondo, bien podrían remitir a la brutalidad encontrada en un campo de batalla? Al final, la fórmula se resume en naturaleza = lucha.

No se puede evaluar de igual forma los planos introductorios de “Después de la neblina”, en donde, si bien se alude también a la lucha de la Comunidad Junín contra las mineras, el orden de su armado y el tratamiento dado al material permiten identificar y distinguir claramente unidades que guardan un sentido propio a pesar de servir para todo el conjunto. Así, estos primeros minutos parecen sugerir la anécdota contada a través de un testimonio, por sus planos fuertemente contrastados en blanco y negro, este montaje clásico que empieza con un plano general que termina en un primer plano de un niño y esta voz off que hablando de lucha se contrasta con toda connotación infantil, se distingue claramente de los planos posteriores donde se presenta a la comunidad de Junín.

Estos primeros planos en blanco y negro, fuertemente contrastados, y esta voz off infantil que, hablando de lucha, contrasta con toda inocencia, abren interrogantes respecto al narrador y su posible ubicación. Después, un juego de roles donde los rostros son negados y más bien una Naturaleza se nos presenta en sus estados elementales; planos de agua, viento, árboles, fuego, que, seguidos por un plano de manos ancianas que desvainan un vegetal, encierran la relación armónica que existe entre estas partes.

Los planos que le siguen son interesantes en la medida que, por un lado, mantienen la línea de presentación de personajes-personas, pero, lo mas curioso es la forma en cómo de estas personas se extrae lo necesario para construir un perfil más grande que es el de Junín. Como si se tratara de alguna propuesta eisensteiniana, el montaje nos permite ver que Junín sólo tiene sentido gracias a la convivencia de todas las partes. Por otro lado, estos planos no buscan ocultarse bajo un tratamiento igual a los demás. Más bien, parecen preferir manejar los altos contrastes y las fuertes tonalidades para así poder diferenciarse y acentuar el grado de veracidad de los planos de material de archivo que muestran, bajo una estética de video casero, los enfrentamientos del pueblo para con las autoridades.

No con igual suerte corre el resto del filme, donde, en su búsqueda por realzar el papel de la lucha, deja de lado el de la Naturaleza al insistir por identificar a los actores ambientales, al factor humano, como único conductor de defensa, o de lucha.


¿Aproximaciones?

Retomando los principios del biocentrismo, me atrevo a construir un perfil sobre Naturaleza y tratar de verla a esta como un sujeto que, en su igualitarismo, en su respeto por la diversidad de especies y ecosistemas, podría practicar una estricta imparcialidad de juicio sobre los hechos que la acometen. Imaginarla otorgándole la oportunidad de defenderse a un ejecutivo de la Bishimetal, tratar de entender sus motivos, tomar una decisión compartida, son conductas difíciles de comprender. Y de practicar. ¿Qué criterio se guardaría ella ante estos discursos que sostienen la parcialidad de las miradas, de los testimonios, de las incidencias?

En este sentido, es loable la postura que adopta John Tweedy al dudar de los mitos amables y heroicos que giraban alrededor de su abuelo como director de la empresa minera American Corp., que levantó el pueblo de Zaruma como parte del proyecto, que construyó una escuela y un hospital, y que daba dos velas por minero para abastecerse durante toda la jornada. “Quebradas de Oro” es también una mirada crítica sobre el papel que juegan las mineras como colonias explotadoras de recursos, pero con la diferencia de romper con esa postura victimizada y agredida a la que tienden los documentalistas denunciantes (Tweedy fue inteligente y sensato al no tratar de asumir posturas que como extranjero no puede comprender), ubicándose desde el otro lado, el del ofensor, y cuestionarlo desde adentro, y evidenciar con esto la calidad humana que habitaba en esos mandos de poder. Hay que recordar que en ningún momento niega de la posible orden dictada por su abuelo de abrir fuego con el pueblo.

En “Crude” hay una intención sensata similar que invita a cuestionar sobre las formas de pensamiento entre culturas encontradas en un taxi que hace una carrera por la capital. El abogado extranjero hace reflexión sobre los procesos en cómo se llevan las cosas en Ecuador y cómo se mejorarían si (intento citar) “se agarrara un papel, se plantean las cosas que hay que hacer y se ejecuta”. Ante esto, su acompañante indígena protesta aludiendo que así no se hacen las cosas acá, sino que se procede a convocar a la comunidad, se plantea el problema, se discute, se evalúan los impactos, y luego se llega a una resolución. A pesar de que el montaje ayuda a participar con la posición del indígena, además por aquellas simpatías nacionalistas, esta escena no deja de plantear la duda, a manera de insinuación, si acaso la culpa de la invasiones trasnacionales no será un resultado de cierta forma de pensamiento ancestral que no se adapta con el de las formulaciones capitalistas. La postura inmediata frente a la contemplativa. Joe Berlinger defiende la causa de Fajardo en contra de las petroleras, pero reconoce que la duda es parte fundamental de los discursos documentales, porque así, como creían los muchachos de arriba, es como se genera el impacto de realidad.


La responsabilidad intrínseca

Eduardo Gudynas opina que más allá del valor intrínseco que se reconozca para con Naturaleza, lo importante es generar “obligaciones morales sobre el ambiente” (3). Las posturas son muchas cuando hay que admitir un valor intrínseco, y poder atribuirle más elementos de valor a más posturas encontradas. Si bien un árbol es igual de importante que una hormiga, ¿en cuál hay que pensar primero cuando hay que rescatar a uno de ellos? “La cuestión clave es que esos valores propios generan obligaciones y responsabilidades entre los humanos, y es precisamente nuestra propia capacidad de atender la dimensión ética la que nos obliga entonces a proteger el ambiente.”

Como documentalistas y como realizadores de filmes documentales, ¿cómo habrá que hacer para asumir este acercamiento?




Guayaquil, 13 de enero del 2010



Bibliografía.-
(1)    Gudynas, Eduardo; El mandato ecológico; Ediciones Abya-Yala; 2009
(2)    Ibid
(3)    Idib

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