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Un cuerpo para el cine ecuatoriano - De la ley de fomento, el CNCine y los audiovisualistas


Inicio.-

Coincidió que durante el transcurso de esta investigación conocí a la mujer que durante mucho tiempo había idealizado. Encarnada y concedida, se había presentado espontáneamente y por curiosa coincidencia en un bar diagonal a mi puerta, como si nos necesitáramos después de aquella tarde anterior donde sólo hubo un par de cruces de miradas. Su trabajo de actriz le exigía estar también en una ciudad en la que, por casualidad, yo tenía que ir para continuar con este proyecto. Después de la noche, siendo el segundo día, en la que, despidiéndonos en la puerta de su cuarto de hotel, habíamos quedado en ubicarnos, vernos en esa otra ciudad, continuar con este extraño llamado, desapareció.

Este artículo cumple como inicio de una investigación aun en proceso de estudio. Por lo tanto, no se construye en el aire. Las fuentes se sostienen tanto de blogs y páginas oficiales o fiables en el internet, como de entrevistas realizadas a personas involucradas en el campo cinematográfico y audiovisual. Sea de variadas generaciones como de diferentes ramas. Desde un Raúl Khalifé, transitando por un Fernando Vallejo, llegando hasta un Andrés Crespo. Si no se citan sus comentarios, es por el mismo carácter informal del artículo que busca aclararse y plantear las dos principales cosas que me inquietan: la relación y coexistencia entre los cineastas a nivel nacional, sea a nivel regional o interprovincial, y cuál es la esperanza de gremio, agrupación, consolidación de fuerzas, cuando las entidades representantes de la cultura cinematográfica se limitan al desarrollo de sus proyectos y sus leyes, preocupándose por lo urgente y no lo importante.


Desarrollo.-

Desde marzo del presente año, la Asamblea Nacional discutía el futuro del cine nacional. Se mencionaba de una posible derogatoria de la ley de cine, y con su desaparición, el inevitable desvanecimiento del CNCine. La primera voz inconforme surgió en Quito. Ésta se volvió idea y ésta en una campaña que empezó en la capital y, circunstancialmente, se extendió a otras ciudades del país.

Ana Poveda y Michael Endara, ex director de la extinta Escuela de Cine, estuvieron a cargo de la operación en Guayaquil. A pesar de la invitación integradora, pocos, unos quince, y no todos cineastas (¿qué es un cineasta?), respondieron al llamado. De aquellos inocente o merecidamente llamados seres representativos, y hasta legendarios dependiendo el caso, sólo estuvo presente Fernando Mieles, fiel luchador por la causa cinematográfica y también delegado en el CNCine, siendo él la voz del área de los directores y guionistas de todo el país. El resto, como alguien dijo, se encontraba “rodando”.

La campaña tenía como mensaje de comunicación “no a la derogatoria de la ley de cine, sí a su reforma”. Su estrategia de comunicación se sostenía en los video-testimoniales que defendían, solamente, la urgencia del fondo de fomento para producir aquellas historias que aun faltaban por contar. Sin contar, por un lado, que es el CNCine quien regula lo que falta por producir, por otro, que ley de cine, fondo de fomento y CNCine son tres instancias distintas entre ellas, cuyas diferencias deberían estar claras en la mente de los cineastas. Su herramienta de comunicación se soportaba en el Internet. Hasta el 2004, tan sólo el 3,12% de la población accedía a este servicio.

La ley de cine fue presentada en el 2006 de mano del diputado del PRE Mario Proaño y aprobada ese mismo año. Para algunos un milagro, para otros un mal presagio; a decir, el que la suerte política del cine empezara por ahí. Pero el hecho es que el área cinematográfica contaba por fin con una ley después de 30 años de lucha desde que los primeros cineastas empezaran exigir sus derechos como sujetos laborales y de autor. Sin embargo, la ley sigue sin reconocer el valor de la labor dejando esa decisión al arbitrio de la ‘industria’. Esto despierta la inquietud sobre si la ley de cine es ciertamente una ley, y sobre si las buenas intenciones de las instituciones y los jóvenes audiovisualistas de consolidar una industria, muchos blogs en internet defienden y afirman su existencia, son viables o risueñas.

El Consejo Nacional de Cine, primer y único organismo representativo del sector cinematográfico en Ecuador, fue el encargado de reunir a los cineastas del país en el Primer Congreso Nacional de Cine en Manta, donde asistieron los principales involucrados en el área, para algunos eran 50, para otros casi 70, para unos incluso 200, con el fin de, para algunos revisar y modificar la ley de cine, para otros dialogar sobre el papel del CNC y la distribución de los delegados y del fondo de fomento, para unos desafiar a los presuntos cineastas y cuestionar el papel del cine en función a la identidad ecuatoriana y la Casa de la Cultura.

En general, el congreso sirvió para determinar, fundamentalmente, dos cosas. La primera, obtener un documento monstruo compuesto por artículos extraídos de otras leyes del audiovisual a nivel internacional y que constituiría la nueva ley de cine. Esta nueva ley incorporaba todo un conjunto de órganos que permitirían que el cuerpo cinematográfico en Ecuador tenga una forma sólida, legal y sostenible, con una forma industrial que favorezca cada parte, sea a los varios rubros de la producción, estableciendo salarios justos en relación a la labor y las horas de trabajo hasta garantizar su bienestar de vida con seguros contra accidentes, hasta políticas a manera de impuestos a las entradas de cine, cuotas de pantalla en salas, derecho a salas, y acuerdos que permitan al sector privado invertir en el área a cambio de sanar ciertos impuestos, con el fin de promover el desarrollo de la producción audiovisual.

Ambiciosa esperanza para algunos, para otros disfuncional en relación con la realidad cinematográfica ecuatoriana. Argentina tiene ley de cine desde 1957, Perú desde 1972, y aunque Colombia es partisana en la implementación de una reciente ley, 2006, no se puede comparar su nivel de producción, sus festivales internacionales de cine, y otros componentes ajenos pero vecinos, generaciones de actores y fuerte presencia del arte plástico y video-artístico, que le permitieron consolidar una cultura de producción y del audiovisual a pesar de la carencia de políticas que la defiendan. En pocas palabras, primero demostraron que podían producir, construyeron cultura, y luego llegaron los regalos.

Lo segundo que definió este primer congreso, fue la situación en la que se encuentran los integrantes, pasivos o activos, dentro del ámbito cinematográfico, sean realizadores o gestores. Los testimonios no pueden negar la presencia de severos encuentros durante las reuniones, choques que permitieron determinar las diferencias sociales, culturales e ideológicas con las que se ‘defiende’ la cinematografía nacional. Muchos acordaron en que el factor generacional influye en la división este sector. Los que quieren llevar la voz, no están contextualizados con los ámbitos contemporáneos de producción y los canales alternativos de realización y exhibición, viendo al cine como herramienta política antes que lenguaje narrativo. Los segundos, los estudiados en Cuba, Rusia o la Yoni, se encuentran rodando o tienen a su espalda la responsabilidad de gestiones culturales que encuentran dificultad en relacionarse con otros, y los terceros, la generación más joven, la de escuelas alternativas en Argentina, Francia, Alemania, no tienen interés en tener una voz. Sólo una cámara. Lo que despierta la inquietud, entonces, ¿con qué voz van a dirigir sus proyectos? Pero, ante este escenario, la inquietud más importante reside en los fallidos diálogos productivos cuando no hay sentido de unidad ni gremio.

El CNCine es el ente rector en políticas públicas encaminadas a fortalecer la industria cinematográfica y audiovisual del país y le ha brindado memoria futura al cine ecuatoriano. No se debe negar que desde su intervención se ha logrado la producción, realización y la exhibición de algunos proyectos. Asimismo, ha abierto las puertas al exterior y es así como el cine nacional figura en el programa Ibermedia. Y eventualmente otorgan fondos fuera de concurso para el desarrollo de muy pequeños proyectos de producción y gestión. Pero, ¿cuál es la estrategia del CNCine? Aparte del documento final e ideal obtenido en Manta, nadie recuerda de la propuesta de un Plan B en caso de que la primera sea demasiado radical para ser aceptada. Nadie recuerda, tampoco, de soluciones alternativas a los problemas que afrontan los realizadores, técnicos, animadores, distribuidores, gestores, para consigo mismo o entre ellos. Si la indiferencia, el romanticismo, el personalismo es antonomástico de nuestra cultura, ¿en quién o qué reside motivar y promover la idea de integración? Que cada grupo siga su propio camino, pero sin estímulo de andanza, sin indicaciones previas, la gente se desmotiva, desvaría, o pierde. Se ha buscado salvar lo urgente del cine, producir, pero nos hemos olvidado de lo importante, del cuerpo del mismo.

Claro que se ha podido hacer cine en Ecuador antes del 2006. Pero cabe reconocer que el Consejo y la ley de cine han logrado algo que hasta el momento de sus intervenciones se titubeaba, la posibilidad de hacer cine. Abrirnos a la idea de que sí se puede hacer cine. En el camino hemos venido descubriendo que no es fácil, que los fondos no alcanzan, y nos aventuramos a buscar recursos de mil formas. Así, y de la mano de las nuevas tecnologías y las propuestas frescas de las últimas generaciones, se ha logrado hacer en 4 años lo que no se ha podido en 20. Ese empujón fue fundamental. Pero hay que reconocer que los filmes no se hacen sólo de dinero.


Desenlace.-

Un maestro caminaba con su discípulo por áridos terrenos hasta que se encontraron con una muy pequeña aldea sumamente pobre. No fue la miseria del lugar ni el aspecto desnutrido de los habitantes lo que les llamó la atención, sino lo que vieron del otro lado al haber atravesado el lugar. Una pequeña parcela, verde y fresca, era zona de reposo para una gorda vaca que cuidaban y cuya leche era suficiente para que cada habitante tomara un poco de esta. El discípulo, confundido por este hecho, preguntó, “Maestro, no logro entender. No se puede negar que estos aldeanos tienen alimento diario de la vaca, aunque escaso, pero tampoco se puede negar que hay mucha pobreza en sus vidas. ¿Qué es lo correcto?” El maestro reflexionó, agarró su cuchillo y mató al animal. Ambos tuvieron que salir huyendo del lugar, pero años después fueron recibidos con gracia, pues el pueblo había prosperado.

Después de esa despedida, ciertamente nunca volví a ver a aquella mujer. Pero, superando las penas, su presencia fue de lo más valiosa, pues me dejó algo significativo más allá de su nombre. Me dejó un modelo, una aproximación más cercana respecto a lo que quiero y lo que me es necesario.

De nada sirve Deleuze cuando en la unidad no hay ni movimiento ni tiempo en cada una de sus partes, ni cuando haya algo que les excite a evocarse en la gran espiral orgánica. Quizá, lo mejor para nosotros cineastas, realizadores y audiovisualistas, es ver morir a los padres, ver morir al Consejo Nacional de Cine y a la ley de cine. Uno se prepara su propia teta cuando no hay quien dé de mamar. A lo mejor, es lo correcto.








Julio del 2011

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