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"Retazos de vida" o, mejor, "En retazos, la vida... y el mal cine"


Haber visto ‘Retazos de Vida’ fue una verdadera experiencia. En algún punto en el que el público se mofaba de los “joderes” de falsos españoles, en el que se calentaba con la innecesaria e insuficiente escena de Erika Vélez (mírala por TC), o se esforzaba por ubicar una que otra calle de Guayaquil, entre el canguil, la gaseosa (toma siempre Coca Cola) y los Ronditos con queso derretido sin olvidar los grupos de amigos, las llamadas por celulares (Movistar tiene plan navideño de $180 dólares de consumo), los “psss” los “shhh” y los “yaaa”, se me mezcló en un solo cuadro tanto una escena con memoria a costumbre de ‘Cinema Paradiso’, como el ambiente de la sala y la gente de la localidad, como algún sonidito a feria que Wilma Granda insinúa en aquellos tiempos antes, perceptibles durante o tras las proyecciones silentes en Ecuador hasta 1934.

De alguna forma fue interesante sentir cómo todo un espíritu popular se emocionaba y reconocía en las tantas imágenes de una ciudad que, desde cierta regeneración, ha venido cultivando un cierto carácter de “lo personal” y del “buen hacer”. “Hay que mostrar que se ha hecho una buena ciudad! O, “hay que mostrar que se le está educando a un ciudadano!” O, ¿hay que mostrar que guardarle secretos a la familia no es bonito? O, ¿hay que mostrar que ingerir drogas es malo? O, ¿hay que mostrar que las agencias de modelos no son buenas? Imaginé a una María Teresa Guerrero regresando a Vinces a criar huérfanos y vacas en búsqueda de indulgencia. Si lo hizo Marie Saint Clari en ‘Una mujer de París’, ¿por qué no la de París chiquito? O, ¿hay que mostrar que el rencor contra los padres confundidos, los adolescentes resabiados, los inmigrantes necesitados, las familias disfuncionales, es feo para esta nueva e ilustre imagen? ¿Qué es lo que los productores de estos retazos, junto al cabildo guayaquileño, quisieron mostrar?

En medio del filme, me interrogo, “Hubiese sido bueno haber comprado canguil. Con poca mantequilla, porque después se riega sobre la ropa y mancha. Y creo que ya no tengo Deja en casa. Aunque creo que debería de cambiar de detergente. Omo. ¿O Fab? Mañana voy al Supermaxi.”

Pero, lejos de un pretencioso acercamiento socio-cultural, ‘Retazos…’ se separa de toda inventiva para recurrir a principios de fórmulas ya corregidas por la propia industria décadas atrás y recicladas en las b-movies, los sketchs, las telenovelas, y las estaciones que se inician al aire.
De pronto, recuerdo un artículo de la revista Latin Trade, lo  «Mejor de América Latina», donde incluye a la ciudad de Guayaquil como la ciudad más destacada en 5 categorías: Mejor Hotel para Ejecutivos, Mejor Salida (entretenimiento), Mejor Agencia de Alquiler de Autos, Mejor Agencia de Viajes y Mejor Restaurante para Ejecutivos.

La propuesta de color es de un pastiche clásico, gris para
(Santiago de Guayaquil es la ciudad más poblada de Ecuador,)
la lluvia, rojizo para el erotismo, azul para la noche, y
(con un estimado de 3.328.534 habitantes en su área)
arbitrario, indefiniéndose entre la cantidad de tonalidades
(metropolitana. Es cabecera cantonal del cantón Guayaquil y)
que ofrecen la casa y otros repetidos espacios para cada
(la capital de la provincia del Guayas. Es una ciudad)
escena. Pero algo curioso parece ejercerse en la
(diversa, en crecimiento, sede del mayor puerto del país,)
iluminación. La luz nocturna parece escaparse del control,
(uno de los más importantes de la costa del Pacífico)
incomprendida a veces, tiende a reventar alguno de los
(Oriental. Por esta razón, en Ecuador se le conoce desde)
laterales de los personajes o a no completar con la
(antes de la República como la Perla del Pacífico. El)
potencia necesaria para iluminar una escena. ¿A qué
(Guayaquil actual continúa su tradición comercial, y)
responde que en la casa haya un exceso de azul nocturno y
(actualmente en un proceso fundamentalmente económico,)
en el apartamento, con envidiable ventana frente al azul
(apuesta al turismo, reflejándose en los cambios en el)
río, difícilmente se distinga el rostro lloroso del
(ornato de la ciudad, con un mejoramiento en la autoestima)
personaje? Y ese puntualismo de remitirse a los primeros
(de los ciudadanos, ha sido un proceso que ha tomado años,)
campos, la importancia del personaje, y olvidar el fondo,
(desde las dos últimas administraciones municipales.)(1)
borrar el entorno, ergo la profundidad.

Si entendieron el párrafo anterior, habrán entendido que la película tenía fuerte contenido subliminal. O no. Malvadamente se me ocurrió que quizá ‘Retazos…’ es una película de corte filosófico: me encuentro lleno de preguntas.

La fotografía se limita a cumplir con una función base de mostrar lo que va a aparecer. Desatendiendo las posibilidades técnicas que puede brindar el aparato, desde las funciones de las lentes hasta las profundidades de campo, desaprovecha toda posibilidad de composición narrativa dentro de los encuadres. ¿Qué mismo da si llueve bajo del puente, en las escalinatas del Cerro o en el Parque Histórico? El fondo se elimina, por ende el espacio, el lugar, dando paso a un vacío en el que sólo las primeras instancias, las epidérmicas, son las únicas que se estrechan con los personajes. ¿Cómo considerar esto si se concibe a su vez el hecho de una imagen post-producida, tratada, manipulada?

También pensé, ¿qué pudo haber sucedido si se hubiese repasado, aunque sea por encimita, a Chejov, a Ibsen, Williams, Pinter, Beckett, Queirolo, antes de haber rodado la escena del velorio? Entre otras.

Y es que nuevamente nos encontramos con unos personajes que están tan lejos de ofrecernos un perfil orgánico con su sólido conflicto. Griffith parte de un principio de unidad orgánica, una composición de partes diferenciadas donde hay pobres y ricos, feos y bonitos, negros y blancos, malos y buenos, representados en dos bloques claramente definidos que hacía enfrentar eventualmente en la historia. Pero, debido a lo que parece ser en respuesta a una necesidad de preciosismo postal, es decir un perfil no de los sujetos sino de la imagen, simplemente se despreocupa la orilla antagonista dando a lugar un campo en el que todo, graciosamente, pasa y mágicamente se resuelve.

Avanza el filme, vuelvo a interrogarme, “¡La pucha! Me dio sed. Iría a comprar, pero, ¿y si me pierdo de algo? No quiero llenarme de gases. ¿Tendrán Nestea? Pero aquí lo disuelven mucho. ¿Cómo se les pudo haber ocurrido sacar Tango sabor a mora? ¡¿Y durazno?!”

Asimismo, los personajes de ‘Retazos…” sufren de un cierto vacío, están totalmente desarmados incluso en tanto  noción, circunvalando continuamente ante la imposibilidad de comprender qué está pasando. Richie y Humberto D eran también personajes desarmados, pero su situación era la de un exceso de noción, sabían lo que sucedía y lo que no podrían conseguir si iban en contra del sistema. Sus luchas eran por conseguir esa arma-bicicleta, esa arma-cama propia.

Pensé en Bresson y su burro. Un animal protagonista que lleva al límite la metodología del actor-modelo desafiando a que una idea no debería residir en la interpretación del actor, sino que esta lo traspasa. Claro, cuando hay idea.

En este caso Churris, Christina, Rafaela, Julius, Nona, ninguno sabe, ninguno entiende, ninguno comprende, no son siquiera vagabundos, son espejismos de alguno de los lados de un proyecto de vida que pretende ser, en la espera, desde la falta.

Me quedo con una observación, más que una pregunta, que uno de los personajes se hace al final del filme, y que me resume, “En qué momento se hizo pedazos todo esto?”

Es cierto. Un tipo de cine late en estas tierras, en donde todo se mezcla, todo se confunde, nada se identifica ni buscamos identificar, y en medio del desorden nos quedamos con las primeras impresiones, las primeras palabras, y lo que no podemos resolver, lo manipulamos. Un cine sin profundidad, un nuevo cine del vacío.



Guayaquil, 9 de febrero del 2009 



Bibliografía.-

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